Difícil creer que sea posible preferir la incomodidad de una moto, donde se está inestablemente instalado sobre un sillín minúsculo, teniendo que hacer peripecias para mantener el equilibrio o rezando para que no haya arena en la ruta.
Como pueden sentirse bien transportando un pasajero, sin ningún confort ni seguridad, forzando al indefenso a agarrarse de la panza del motero, soportando ambos toda suerte de incomodidades como: lluvia, o aquella “ducha” de agua sucia arrojada por el coche que pasa sobre el bache a nuestro lado, o de quedar inhalando aquel maloliente humo del escape de los camiones que recorren las transitadas carreteras, sin hablar de la necesidad de usar chaquetas y cascos, en aquellos días de calor intenso.
Todo eso mientras convivimos en una época en que los coches nos ofrecen toda suerte de confort e ítems de seguridad; aire acondicionado, que permite que usted llegue al trabajo sin estar oliendo a transpiración; “air bags”, barras laterales, cinturones de tres puntos, etc. Y que trasmiten al pasajero una seguridad más que necesaria; sonido ambiente; posibilidad de conversar con los pasajeros (LOS pasajeros...) sin tener que gritar y así mucho mas.
Intrigante personaje ese tal motero.
A pesar de todo lo que menciono arriba, veo siempre en sus rostros una extraña y particular sonrisa, que no recuerdo haber esbozado nunca cuando circulo en mi coche, gozando de todas las comodidades que el dispone.
Pasé entonces a prestar un poco mas de atención y entonces percibí durante mis viajes, que hay moteros que, independiente de las máquinas que poseían, se saludaban unos a otros, a pesar de nunca haberse visto antes de aquel fugaz momento, cuando se cruzaron en una de esos caminos de la vida.
Raro no?
Presté más atención y descubrí que ellos frecuentemente se unían y reunían, como si fueran amigos de mucho tiempo, como aquellos de los que tenemos tan pocos, y a los que queremos tanto.
Sentí la solidaridad que los une. Vi también que debajo de muchas de aquellas ropas de piel pesadas, bandanas en la cabeza, guantes, botas, cadenas y calaveras, había personas de todos los tipos, incluyendo médicos, jueces, abogados, militares, empresarios, etc. que en aquel momento, en nada hacen recordar a esos, inteligentes, formales y serios profesionales que eran en su día a día.
Descubrí hasta a algunos colegas, a quienes jamás imaginé ver vestidos tan extrañamente. Al conversar con algunos de ellos, oí sobre los indivisibles placeres de “comerse la ruta” sobre dos ruedas; sobre la sensación deliciosa de hacer nuevos amigos por donde se pasa; de la alegría de redescubrir el placer de la aventura, independiente de la edad; y de la posibilidad de ser libre y alegre, rompiendo barreras que existen apenas y tan solamente en nuestras mentes tan acostumbradas a la mediocridad.
Vi, oí y medité sobre el asunto.
Cambié mi vida.
Maravilloso personaje, ese tal motero.
Muchas motos yo tuve, pero jamás fui un verdadero motero, error que, en tiempo, trato ahora de deshacer. Mas que una nueva moto, la moto de mis sueños. Más que apenas una moto, la ruptura de las ataduras que me imponían el miedo y el preconcepto y que por tanto tiempo me impidieron disfrutar de tantas aventuras y amistades.
Dios sabe el tiempo que perdí y las experiencias que dejé de vivir. Si antes los miraba con asombro, aún siendo un propietario de una moto (pero no un motero), los veo ahora con una profunda admiración y, cuando no estoy junto a ellos, con una deliciosa puntita de envidia.
Lo interesante es que conozco personas que jamás tendrán moto, pero que están en perfecta sintonía con el ideal motero.
Algunos llegan hasta a participar de los encuentros y foros de discusión, no es que esto sea imprescindible o importante. Lo que importa es la filosofía desarrollada.
Hoy, montado en mis sueños, planeo, aún tímidamente, viajes cada vez mayores, siempre dispuestos a encontrar nuevos “viejos amigos”, que ciertamente me recibirán con los brazos abiertos.
Tal vez con un poco de suerte, encuentre algún automovilista que, en su coche, mire y encuentre extraño aquel personaje que, pasando en una moto, con el viento en el rostro, aun con lluvia o frío, se muestre ajeno a todo y sea feliz, exhibiendo una larga e incomprensible sonrisa estampada en el rostro.
Quien sabe si ganamos entonces, un amigo mas para nuestro grupo motero.
Sepamos ser, como el ser de este relato, sintiendo la pasión del moto-turismo, de la amistad y solidaridad, que solo en dos ruedas se consigue de verdad.
Démosle la debida importancia, porque no es algo pasajero y fortuito, se siente en la piel y la sangre, se vive en cada momento, y esto, nada tiene que ver con elegir, o esto o aquello!! ¡la familia o la moto !!
La persona que te enfrenta a ese dilema, que te hace sentir culpable o mal por la disyuntiva de ¡¡¡TIENES QUE ELEGIR!!! no es, ni ha sido moter@, ni tiene la capacidad, para poder entender, disfrutar y deleitarse con los placeres de la vida, y no ha sabido romper con las cadenas que le oprimen el alma y el pensamiento, el cerebro y el corazón …….
SER MOTERO ES UNA OPCIÓN DE VIDA, COMO CUALQUIER OTRA.
copiado de AKK
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